Por qué un verdadero cristiano no está obligado a “guardar buen testimonio”

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Si estás leyendo este post, es porque este título te pareció un poco controvertido.  ¡Y sí, así es en realidad!  Pero espero que puedas continuar leyendo para entender la idea detrás de esta publicación.  Un aspecto vital que evidencia una vida espiritual saludable es el exhibir una buena reputación o tener un buen nombre; esto es, en términos llanos: «guardar buen testimonio».  La Biblia aborda este tema desde puntos de vista de manera clara y categórica.  Veamos algunos pasajes:

«Más vale el buen nombre que las muchas riquezas…».
Proverbios 22:1

«Mejor es el buen nombre que el buen ungüento…».
Eclesiastés 7:1

«Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera {de la iglesia} …».
1 Timoteo 3:7

Evidentemente es imposible profesar una fe que puede cambiar vidas, si quienes la profesan no modelan comportamientos que sustenten sus creencias.  Debe existir una clara coherencia entre la fe que decimos tener y la forma en cómo escogemos conducir nuestras vidas.  Sin embargo, después de hacer una reflexión personal sobre el significado y el contexto contemporáneo bajo el cual muchos cristianos exhortamos a «guardar buen testimonio», llego a la conclusión que, a pesar de tener buenas intenciones, hemos errado pues hemos adoptado un enfoque incorrecto.

Guardar buen testimonio

En lo personal, creo que cuando hablamos de dar buen testimonio lo hacemos enfocados en un resultado, que no deja de ser intencional, pero que tiene un alto grado de pasividad y restricción.  Por lo general, este resultado final se logra evitando hacer cierto tipo de cosas que puedan manchar, arruinar o debilitar «nuestro testimonio».  Evitamos cometer pecados o exhibir actitudes que riñen contra los principios bíblicos básicos, morales y éticos.  Como ya he mencionado, esta actitud es sumamente pasiva.  En ocasiones nuestras mentes conscientes nos inducen a abstenernos de situaciones que no encajen con el estereotipo religioso de la sociedad.  Estas cosas no son en sí buenas o malas, sin embargo, creo que esta actitud y enfoque nos aleja del propósito detrás de la ordenanza bíblico.

 

 Ser testigos de Jesús

Antes de Jesús ascender al cielo, dio las siguientes instrucciones a sus discípulos:

«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»
Hechos 1:8

El mandato de Jesús es que seamos testigos.  Ser testigos implica una actitud proactiva e intencional. Para cumplir con este mandamiento tenemos que emprender y/o hacer cosas en lugar de aplicar restricciones.  El discípulo de Cristo que es testigo habla, hace, va y testifica sobre el poder y perdón que ha encontrado en las buenas nuevas de salvación.  Piénsalo bien, los apóstoles y los primeros seguidores de Jesús no conducían sus vidas, únicamente, restringiéndose de no hacer una u otra cosa para “guardar” el testimonio.  Por el contrario, ellos predicaban, oraban, enseñaban y hacían otros discípulos siendo testigos intencionales de Jesús.

Finalmente, no pretendo imponer estas ideas.  Simplemente, traigo a reflexión la instrucción bíblica de Cristo sobre ser testigos activos e intencionales.  Mi consejo es que dejemos ya de vivir preocupado por “cuidar” nuestro testimonio.  Mejor ocupemos nuestro tiempo y recursos en ser testificar, exhortar y cumplir con la gran comisión.  ¡Vive tu vida de manera que todos vean el testimonio de Cristo a través de ti!

 

Dios te bendiga.
Emmanuel De La Rosa

 

Photo by Riccardo Bresciani from Pexels

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