Día 9: Hasta el Último Respiro – Serie de Devocionales para Equipos de Alabanza

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«Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.» – Romanos 14:8

Mi hermana Alice dejó huellas imborrables en nuestra familia y en las vidas de aquellos que verdaderamente le conocieron.  Ella lideró por muchos años el equipo de alabanzas en una pequeña y modesta iglesia, en donde no habían luces brillantes, ni tampoco una gran plataforma.  Su servicio a Dios y a su iglesia lo hizo a pesar de no haber sido dotada con grandes cualidades vocales, ni haber cursado estudios musicales.  Había nacido para adorar a través del canto. Luchó contra la enfermedad del cáncer hasta el final pero nunca quebrantó su fe, ni permitió que su voz se apagara. Ella tenía una clara determinación de adorar a Dios con todo cuanto poseía;su corazón apasionado por Jesús, y su voz.

Durante su excepcional vida, fue la única directora de alabanzas que conocí que también lideraba el equipo de intercesión; combinando las funciones de intercesora-adoradora.  Supo ser una gran esposa y una madre entregada, ya que tuvo dos maravillosos hijos, los cuales amaba con todo su ser. Ella se esforzó de forma extraordinariamente durante su corta vida por cumplir cada uno de los roles que Dios le había asignado.

Después de varios años de luchar contra esta enfermedad, su salud y sus fuerzas fueron cediendo hasta quedar postrada en una cama.  Nuestra familia y muchos de sus amigos tuvimos la invaluable oportunidad de acompañarla durante sus últimas horas de vida. Cada uno de los presentes pudo atestiguar cómo Alice entonaba con sonidos apenas audibles y melodías entrecortadas las letras del himno ‘Aleluya’.  Cada repetición de esta alabanza lo hacía desde su interior con las pocas fuerzas que aún le quedaban. Ésta fue su manera de partir de todos nosotros y entrar en el reposo y descanso eterno que nuestro Dios tenía preparado para ella. 

Su póstumo esfuerzo de entonar esa alabanza, y adorar aún postrada en su lecho y sin ninguna fuerza física, a tan sólo unas horas de partir, marcó mi vida con un recuerdo imborrable.  Su corazón nunca dejó de latir por la adoración a Dios.

Al igual que mi hermana Alice, es mi deseo y oración poder adorar y amar a Jesucristo con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas hasta el último respiro que me quede.
Emmanuel De La Rosa

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