«Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.» – Juan 9:4
Una mañana temprano cuando salía a caminar escuché a lo lejos, un incesante y agudo bullicio proveniente de un árbol junto al camino. Era el sonido del cantar de decenas de aves que recibían un nuevo amanecer. Esta bandada de aves aprovechaba las primeras horas del día para iniciar sus coordinadas y simples labores: construir un nido de ramas secas para su propia protección y la de sus crías. Sin duda estas aves no conocen qué es un reloj, pero sí saben distinguir el tiempo propicio para emprender la debida acción; saben cuándo se aproxima el amanecer y cuándo ha de oscurecer. Distinguen perfectamente cuándo se acerca una tormenta, y cuándo habrá buen clima.
Fue inevitable comparar la madrugadora laboriosidad de estas aves con la actitud que debemos tener frente a la vida. A veces actuamos de una forma opuesta y acomodada, tomando las decisiones que requieran el menor de los esfuerzos, sin tomar en cuenta que debemos aprovechar cada minuto y cada estación al máximo. En una ocasión Jesús mismo dijo: «me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.»
Con el pasar de los años, he observado que las ocupaciones y la demanda de tiempo, tienden a aumentar conforme pasamos las distintas etapas de nuestras vidas. Cada vez son más frecuentes las reuniones, el trabajo fuera de horario y las demandas de atención de los hijos, que el tiempo que puedas invertir hoy en tu familia, y en disciplinas tan fundamentales como la oración, el estudio de la palabra y tu futura educación, serán las bases que permanezcan cuando casi no dispongas de este. Cuando tomas tu instrumento y prácticas con entrega y disciplina, estarás sentando las bases que te darán soporte a través del tiempo.
Emmanuel De La Rosa
dilarossa@gmail.com
Emmanuel De La Rosa 